Discordia

-Déjame verlo -dijo Patrick preocupado.

-No, no lo toques papá! -replicó Brent, visiblemente enojado.

La torcedura en su pie izquierdo no tenia buena pinta, apenas podía apoyar el pie, mucho menos hacer fuerza con él para impulsarse. Y en esas condiciones le iba a resultar francamente difícil, por no decir imposible, salir del lugar en donde estaban.

La mañana soleada del domingo había resultado ser perfecta para la actividad que tenían en mente. Al menos por parte de Patrick. Brent acudió a regañadientes. La relación con su padre, sobre todo después de la separación, no atravesaba por su mejor momento.

A los 15 años, Brent ya podía decidir con quien vivir, y su padre nunca fue su primera opción. Siempre le culpaba de todo lo que pasó. Y Patrick siempre intentó no culparle por ello. Pero ese fin de semana le correspondía pasarlo con él, aunque su mente estuviera en otro sitio.

El día anterior, le explicó el plan. A poco más de una hora de su casa, en un barrio en la periferia de Denver, se encontraba una cueva muy conocida que se podía visitar sin demasiados problemas, aunque su nombre podía disuadir a los menos preparados: Hell's Hole.

Pero Patrick, aún no siendo un experto, ya la había visitado varias veces, y le pareció una buena idea compartir un día diferente con su hijo. A Brent, por supuesto, le pareció un intento más de su padre por acercarse a él. A Angie, la madre, no le pareció mal. La relación entre ambos había llegado a un punto de respeto mutuo, sin reproches, pero tampoco concesiones.

-¿Es una cueva sin más? -preguntó Brent, antes de aceptar.

-Bueno, écha un ojo por YouTube, para que te hagas una idea. No es para claustrofóbicos, y me consta que no lo eres. A parte de eso, puede ser divertido

Llegaron sobre las 11h de la mañana, sin apenas conversar durante el trayecto. Brent no descolgaba los airpods en ningún momento, aunque muchas veces ni siquiera escuchaba música.

Ambos tenían una complexión delgada, y no pasaban de los 180 cms, así que podían recorrer sin problemas la mayor parte de la cueva. La idea de Patrick era llevarlo hasta el lugar llamado Sala Principal, y proseguir en función de cómo viera a Brent. Cuando era más pequeño, habían explorado otras cuevas y siempre se lo habían pasado en grande, incluso Angie les acompañó en más de una ocasión.

Pero esos tiempos se acabaron. Hace un par de años, Angie decidió dar un nuevo rumbo a su vida, y ésta no incluía a Patrick.

Unos estrechos agujeros después, ya pasada la primera gran sala, conocida como la sala de fiestas, y cuando se adentraban en el sacacorchos, una mala colocación y posterior movimiento, hicieron que el pie de Brent quedara atrapado entre dos rocas y al girar, se doblara completamente hacia el interior. El grito de dolor resonó por todas la cámaras. Patrick se giró y fue en su auxilio inmediatamente.

Al descalzarse, el pie no tardó en hincharse y poco a poco apareció una zona morada en la parte inferior.

-No puedes hacer fuerza con él, verdad? -preguntó Patrick.

-No, no puedo -replicó Brent.

-Aquí abajo no tenemos cobertura -respondió Patrick, intentando transmitir calma y seguridad. Hay que dar media vuelta, hasta la sala de fiestas, y desde allí vemos. ¿Crees que puedes llegar?, tendrás que reptar marcha atrás. Ahora mismo estamos, yo no puedo retroceder si tú no lo haces.

-Sí, me las apañaré -contestó. Brent tenía una mezcla de sentimientos encontrados en su interior en ese momento. Por un lado, no podía evitar culpar a su padre de la situación, pero por otro lado, sabía que si alguien podía sacarle de allí, ese era él.

Tras unos minutos que les parecieron eternos, consiguieron llegar a la sala que habían dejado atrás. Se tomaron un respiro para reflexionar. El pie de Brent no mejoraba. Con más espacio para maniobrar, Patrick le vendó la torcedura con una venda de compresión que llevaba en la pequeña mochila con la que siempre iba equipado. En ese momento, poco más se podía hacer. Eran casi las 12 del mediodía, y conseguir subir el último tramo en esas condiciones le parecía una tarea imposible.

-Brent, te voy a dejar sólo un momento, ¿ok?. Voy a subir hasta la entrada, y una vez fuera, tendré cobertura para pedir ayuda.

-Ok, papá -contestó, resignado.

Una vez consiguió cobertura, Patrick llamó a la madre de Brent para contarle lo sucedido, y avisó al servició de emergencias.

Cuando bajó de nuevo, encontró a Brent en un rincón, acurrucado y con la pierna afectada extendida y apoyada sobre un saliente.

-¿Te duele? -le preguntó.

-No tanto, supongo que me voy acostumbrando -le respondió. ¿Pudiste pedir ayuda?

-Sí, no tardarán -contestó. Mamá también está al tanto.

-¿Se ha enfadado? -preguntó.

-Sólo conmigo -contestó.

Brent esbozó una media sonrisa como hacía mucho que Patrick no recordaba. Eso le reconfortó de alguna manera. Se sentó a su lado y le ofreció una barrita de chocolate de las que le gustaban.

-¿Qué pasó entra mamá y tú? -preguntó entre mordisco y mordisco.

-¿Qué te ha contado ella? -replicó él.

-No mucho, que un día se despertó y que ya no te conocía, que al parecer, poco a poco se fue desenamorando. Habías cambiado.

-Bueno, pues dejémoslo así -contestó.

-Pero, ¿porqué no intentaste volver con ella?, tú aún la querías, ¿no es así? -preguntó.

-Tu madre ya había tomado una decisión. Ya sabes lo testaruda que es. No creo que nada de lo que pudiera haber hecho en ese momento, podría haber hecho que cambiara de opinión.

-Supongo que no -pensó Brent, echándole un ojo a su pie, de soslayo.

-No es culpa de nadie, a veces las cosas pasan porque sí. Hay que aprender a vivir con ellas -dijo Patrick en voz alta, sin querer. Puede que ya no fuera la misma persona, ni ella tampoco. Con el tiempo uno va cambiando, y a veces eso no importa, pero otras veces sí.

-Siempre te había culpado de lo que pasó. Imagino que intentaba protegerla -pensó Brent.

En ese momento se empezaron a escuchar ruidos desde más arriba, y voces acercándose.

Los servicios de emergencia consiguieron sacar a Brent en poco más de media hora. Cuando Angie llegó, estaban atendiéndolo en la parte trasera de la ambulancia, en un lado de la carretera. Las sirenas iluminaban los árboles alrededor, con una cadencia constante, pero no emitían ningún sonido. Patrick no se apartaba de su lado, aún con cierta preocupación en su mirada. Angie se acercó con paso decidido con un semblante serio y el ceño fruncido, que poco a poco dejó paso a una cara más amable a medida que se iba acercando.

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