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RojaRiba (parte II)

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La sangre tiñó de rojo el rio en los últimos años de la construcción del embalse. Sólo salieron a la luz algunos desgraciados accidentes, pero lo cierto es que hubo muchos más. Año 1967. Faltan unos meses para que la presa entre en funcionamiento. El pequeño pueblo de Senidar agoniza al pie del valle que en poco tiempo quedará totalmente inundado. Sus habitantes se han visto obligados a abandonar su hogar y resituarse en otro pueblo, con la correspondiente indemnización. La mayoría lo acepta, aunque a regañadientes, y se desplazan cargando con sus pertenencias, con la ayuda de las autoridades. El realojo dura semanas y se produde de forma más o menos ordenada. Pero no todos están de acuerdo. Un pequeño grupo de agricultores que han trabajado toda la vida en el campo no acepta las condiciones ni las formas en que se ha producido toda la situación. Y deciden plantar cara abiertamente a las autoridades. El enfrentamiento se produce una tarde de septiembre con funestas consecuencias. U

RibaRoja

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Dímas no podia creer lo que le estaban comunicando por la radio interna de la central hidroeléctrica. Acababan de encontrar el cuerpo sin vida de Andrei, un operario de mantenimiento, en uno de los pasillos del tercer nivel. Dímas era el jefe técnico desde hacía 7 años y desde el principio ya habia escuchado rumores de los trabajadores, que con el paso de los años, habia podido comprobar él mismo. Pero aquello ya era demasiado. La presa de RibaRoja se construyó en la decada de los 60 como resultado del plan hidrológico de la región. Se levantó a costa de algunos desgraciados accidentes mortales. Las precarias condiciones y el retraso en la obra fueron la causa principal, aunque no la única. La investigación sin embargo no fue mas allá. Sus gruesos muros de hormigón, y el laberinto de pasillos y túneles que lo conformaban hacian que no fuera un lugar especialmente indicado para alguien con claustrofobia. No era el caso de ninguno de los trabajadores destinados a la central. Y aún así