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A writer's worst nightmare is a blank page and no inspiration. Peter Wright thought it would be just a temporary period, but it was lasting for almost 7 months. The bills and the phone calls from his editor in the magazine where he published most of his work started to pile up endlessly. He also owned a blog where he used to publish from time to time his personal stories. But even there, the last entry dated from 4 months ago. He was facing hard times in his private life, and it affected his day-a-day more than he could admit. If things didn't improve immediately, he would have to take a decision. One foggy morning sunday, in the last days of november, Peter woke up and checked all his e-mails and notifications, as a daily routine previous to start working. Nothing differentitated a normal week day from a saturday or sunday. Suddenly, one of the alerts catched his attention. The blog site showed one new brief comment and and intriguing message: Good job. Keep it up. Here

No es difícil comprobar que la mejor arma de persuasión es la felicidad. Basta con darse una vuelta por cualquier zona comercial y las retinas se inundan de caras sonrientes, gente satisfecha, edulcoradas postales de alegría desbordante. Y todo para convencer sin más argumentos de las bondades de tal o cual producto. No hace falta más. No lo necesitas, pero quieres sentirte así. Por lo tanto, si no es el medio, debe ser el fin. Y no importa que una vez adquirido el producto, no ofrezca lo que prometía. Nadie nunca lo pretendió, ni tampoco se le exige. Usar y tirar. Siguiente. Las redes sociales son otro buen ejemplo. No es facebook, es happybook. Todo es hermoso, todos son felices, vidas a cual más perfecta. En este caso se compra atención, visibilidad, reconocimiento. A nadie le interesaría ningún otro tipo de contenido. La conclusión lógica, pues, es que si la felicidad vende, la tristeza compra. Condicionados a alcanzar esa meta de felicidad absoluta a cualquier precio. Pero su

Due to recent adverse circumstances in my life, I've been pushed to stay away from this site. But I'll soon recover and be back again with new stories. Sorry for the delay.

-Hey bro!, are you near? -typed on his smartphone with an apparent easiness. The device tinkled a few seconds later, while Tom was crossing the street at Park Ave, heading to Nightingale Gardens. He was about to meet his eldest brother Charlie, after a very long time without seeing each other. -Bad news Tom, I'm really late. Tom read confused the message and texted back immediately. -You mean..? -he answered a bit confused. He stopped in the middle of the street waiting for the next message to show. One minute, two minutes, nothing. Just before Tom was about to call Charlie, a new message showed up. -Would you mind if we meet at Trafalgar instead? Tom read the text with a remarkable expression of disapproval on his face. And in that moment he remembered how many times Charlie drove him mad with similar behaviours. -Wtf??? -Are you serious?, I'm just two streets away from nightingale's!! -and he added an angry face. -I'm sorry, I'll tell you later. we meet t

Socorro!! -gritó desesperado Saul desde la ventana del teleférico mientras seguía subiendo. Su mujer acababa de desplomarse en el suelo a los pocos minutos de iniciarse el ascenso. Lo que parecía una mañana tranquila y soleada se convirtió de repente en una pesadilla. Al llegar a la cima de la montaña, el teleférico se detuvo con un sonoro chasquido. Visiblemente alterado y con el semblante compungido, descendió de la cabina con su mujer, inerte, en brazos. La brisa fresca a esa altitud apenas aliviaba el momento de tensión y desconcierto. -Pero, ¿qué ha pasado?!? -preguntó el operador al ver la escena. -No lo sé!! -contestó Saul, nervioso, en una mezcla de rabia e impotencia. Sara yacía tendida en el suelo, sin vida. Ya no había nada que hacer. Al descender de nuevo al pequeño pueblo de Fuente Dé, en Cantabria, las sirenas de la policia y una ambulancia al pie de la montaña les esperaban. Los agentes interrogaron insitu a Saul, mientras los enfermeros certificaban la muerte de Sa