El hombre del espacio

La respiración nerviosa y acelerada retumbaba dentro del casco. La condensación por el exceso de calor y la sudoración empezaban a empañar el cristal de la visera. No había nada que hacer. El último intento de aproximarse a la estación había fracasado. El rescate era impensable sin sacrificar más de lo que se estaba perdiendo. La reparación de uno de los paneles solares averiados estaba a punto de acabar de la peor manera. El cable de vida que amarraba al astronauta de origen israelí, Itamar Levi, al módulo de la estación espacial internacional que orbitaba la luna se había desgarrado completamente. Sus compañeros observaban horrorizados a traves de las ventanas cómo su silueta se iba alejando lentamente pero de forma constante hacia el vacío del espacio.

El comandante Levi volvió a analizar de forma desesperada todas sus opciones. La mochila propulsora apenas tenía ya empuje después del último intento. El resto de cable que flotaba a su alrededor estaba ya demasiado lejos de cualquier parte de la nave a la que se pudiera enganchar, ni que fuera de forma accidental.

La estación espacial se iba haciendo cada vez más pequeña sobre la cara oculta de la luna, hasta quedar reducida a un leve destello. Las comunicaciones aún funcionaban, pero empezaban a entrecortarse cada vez más y en algunos momentos eran incomprensibles. Levi comprobó los niveles de oxigeno, una cuenta atrás de su propia existencia. Sin duda podía apuntarse el récord de ser el hombre que más lejos había viajado en el espacio. Pero no iba a poder disfrutarlo demasiado.

Los pensamientos se amontanoban en su cabeza de forma desordenada. Sin aferrarse a ninguno, no podía concentrarse en nada. Después de unos minutos interminables, decidió aceptar su destino e intentó disfrutar de las inigualables vistas. La Tierra empezaba a vislumbrarse tras la luna, el enorme planeta azul se veia apabullantemente hermoso desde allí. Y le pareció por un instante que se estaba acercando, cuando en realidad se alejaba. Se dio la vuelta a duras penas y observó la galaxia que se abría ante él.

De repente notó algo extraño, algunas zonas del firmamento empezaban a parpadear o a moverse ligeramente, para acto seguido volver a su posición inicial. Lo atribuyó en un primer momento a la falta de oxígeno y al estrés por la situación, pero enseguida se dió cuenta de que alguna fuerza lo estaba atrayendo con intensidad. Fundido a negro.

Levi abrió los ojos. Ya no estaba en el espacio. Estaba en una especie de sala blanca, pero no conseguía ver las paredes. No habia instrumentos ni muebles, ni nada. Seguía llevando su traje espacial, y estaba un poco aturdido, intentando recordar algo coherente.

- Comandante Levi -dijo de repente una voz que retumbó en la sala. Era una voz suave y armoniosa. No consiguió deducir si era masculina o femenina, pero no le resultó amenazante.

- ¿Hola? -respondió el comandante. ¿Qué está pasando, estoy muerto? -preguntó.
- Técnicamente sí -respondió la voz.
- ¿Técnicamente? -volvió a preguntar.
- Ha llegado al límite -contestó la voz, sin responder a la pregunta
- ¿Al límite?... ¿al límite de qué? -preguntó nuevamente, nervioso.
- Al límite de la simulación.

El comandante empezó a creer que estaba alucinando o que había perdido la razón. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido.
La voz entonces adaptó otro tono y comenzó su narración:

- La simulación de su mundo incluye la esfera terráquea y su satelite. Más allá no hay nada más. Todo lo que veis del espacio exterior está predeterminado. Hay muchas simulaciones en marcha de forma simultanea. Todas son muy parecidas, con ligeras variaciones entre ellas, pero en esencia recrean su mundo, de una forma casi perfecta, y de manera indistinguible para sus habitantes.
- ¿Qué? -interrumpió Levi, sin dar crédito a lo que estaba escuchando.
- No debería ser tan difícil de entender -prosiguió la voz. En su época ya han conseguido recrear ciudades enteras con interacción total entre sus individuos y sus materiales. En un futuro, estas simulaciones nos permiten estudiar y mejorar nuestra propia existencia.
- ¿No soy real? -preguntó horrorizado el astronauta.
- Desde su propia percepción y la de su entorno, es perfectamente real. Sus decisiones, su evolución física y mental son producto de su crecimiento personal, sujeto a ciertas reglas, eso sí. Pero no estan definidas préviamente, si esa es su pregunta.
- ¿Y ahora qué? -preguntó desconcertado, asimilando aún toda la información que estaba recibiendo.
- Su ciclo ha acabado -contestó. Los individuos pertenecen a su propia simulación. Una vez han acabado el recorrido, vuelven a reinsertarse. Digamos que vuelven al principio.
- ¿Por qué me explicais todo esto?
- Porque ya no recordaras nada en tu próximo ciclo, pero el haber llegado hasta aquí te hace en cierta manera especial, y de alguna forma, una pequeña duda sobre tu existencia puede que florezca en tí, y eso pueda abrir nuevos caminos y posibilidades.

El comandante ya no preguntó nada mas, empezó a sentir una sensación etérea de desvanecimento, como si se estuviera fundiendo con el própio espacio donde se encontraba. Una mezcla incoherente de desazón y calma se apoderó de él, y cerró los ojos lentamente, mientras una música a lo lejos empezaba a sonar.

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Comentarios

  1. Yacon dice:
    Esto me recuerda (un poco) a la película Nivel 13. No, no iba a decir Matrix.
    A todo esto, lanzo una pregunta. Si el Itamar vuelve, pero no puede recordar nada, ¿se puede considerar que vuelve? Si te quitan todo lo que eres y todo lo que fuiste, ¿sigues siendo tú?
    Ya me estoy animando, y podría estar aquí habando sólo hasta ocupar más que el propio cuento, pero ¿qué pasará cuando llegue la Singularidad Tecnológica?¿Será de aplicación lo que nos han explicado?
    Otra más. Si existen las unidades de Planck, ¿podemos deducir que nuestro universo pixela? ¿Somos nosotros una simulación y tenemos ya la prueba de ello?
    Y la última ¿porqué todos pringan en estos cuentos?

    Sé que me he ido algo de la olla, pero es por tirar una piedra, a ver si alguien contesta.

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